3/7/05 Nota a Ricardo Tapia

jueves, 5 de enero de 2012

ENTREVISTA CON RICARDO TAPIA, CANTANTE DE LA MISSISSIPPI

“Si Fellini hubiera nacido en Argentina sería el panadero de la esquina”

El 3 de julio de 2005, entre empanadas y vino, y viaje de ida y vuelta a bordo de un Fiat 1500 el cual fue testigo de jugosas anécdotas, Ricardo Tapia llegó a los estudios de Radio Fénix con su guitarra y sus armónicas para charlar un rato con nosotros y deleitarnos también con un poco de música. En medio de una charla relajada, distendida, y por sobre todas las cosas muy agradable, nos habló de su vida musical, de la historia de La Mississippi, de Pappo, el Pity, y también tuvo tiempo para reflexionar sobre los productores y las discográficas de nuestro país. Pero por sobre todas las cosas, y para cerrar la nota, nos develó el secreto para mantener un grupo unido durante mucho tiempo.


-¿Sos de salir a tocar solamente con la guitarra y la armónica?
-Hace mucho que no lo hago. Antes de La Mississippi, hace muchos años atrás, cantaba y tocaba blues acústicos. Luego llegó La Mississippi, que fue un proyecto eléctrico que prosperó. Yo pensaba que los proyectos eléctricos no tenían futuro porque en los ´70 los guitarristas eran medio “divas”, como ahora los armoniquistas, y era muy difícil armar algo. Pero nos juntamos con Gustavo Ginoi, guitarrista de la banda, y nos propusimos armar un grupo que prospere, que dure más de dos meses al menos (risas), porque duraban unos días los grupos siempre.

-Tuvieron una banda que duró un día, ¿no?
-Sí, hubo una banda de veinticuatro horas.

-¿Tuvo nombre?
-No, no tuvo nombre, pero post mortem fue “La 24 horas Band” (risas). Igual no sé si duro tanto porque tocamos en un sucucho y cuando terminó el show se enojó el bajista porque en lugar de cobrar lo que ahora son dos pesos con cincuenta cobró dos, gran diferencia.

-No le alcanzó para el pancho y la coca.
-Claro, y nos enojamos todos con él, él se enojó con nosotros y se disolvió la banda. Además era el dueño de los equipos y nosotros no teníamos nada. Se llevó la pelota (risas). Después pasaron los años y con Gustavo decidimos crear un proyecto serio, que en principio era hacer un blues clásico. En la capital nos encontramos con Luis Robinson, que estaba aprendiendo a tocar la armónica, y que en ese momento vendía telas. Él venía a casa por las tardes, donde escuchábamos discos y aprendíamos escuchando y tambíen tocando, por supuesto. Fueron tiempos lindos.

-Al principio entonces hacían covers.
-Es que el proyecto era ese, una banda que hiciera clásicos de blues, que funcionó muy bien durante años, llevaba mucha gente, pero que generaba un techo artístico en nosotros, y con el tiempo nos fuimos aburriendo. Entonces dijimos “vamos a tocar nuestros temas”, que por cierto ya teníamos varios.

-¿Cuáles fueron los primeros?
-El primer tema que hicimos con Gustavo y Luis fue Buenos Aires Blues, y después llegó el disco Mbugie, que nos agarró un poco de improviso; lo hicimos con poca fe, con la fe de quien hace un primer disco, pero que terminó siendo disco de oro en una semana, una cosa muy rara, ¡treinta mil discos! Era muy extraño para nosotros que no habíamos vendido ni una cama de nuestra pieza. Después llegó Bagayo, el segundo disco, que fue disco de oro en un mes. Estos dos discos fueron una muy buena base, que nos ayudó a tener un gran público desde un principio, como así también nos ayudó a manejar otras cosas. Antes de Mbugie tocábamos en barcitos, y pasamos después a tocar en festivales, teatros, con una movida más grande.

-¿Fue ahí que cambiaron el nombre ustedes y le quitaron “Blues Band”?
-No sé si fue justamente ahí, creo que fue más adelante. Esa fue una cuestión de cuando fuimos a armar el disco nos parecía que había muchas letras.

-Ya Mississippi es largo…
-Claro, y además era bastante tendencioso decir blues, y encima después también band, iban a preguntar si tocábamos con banjo o algo así, y no era el hecho (risas). Queríamos salir un poco de la estructura de sólo blues, porque no nos criamos sólo a golpe de blues. Escuchamos rock and roll, y muchos otros estilos; yo cuando tocaba solo, hacía también temas de Víctor Jara.

-En tu crianza musical el blues era entonces un estilo más…
-Era el color más importante pero no el único.

-¿Te acordás del primer show de La Mississippi?
-Sí, fue en el Teatro Arlequines, en 1988 creo que fue, y tuvimos mucha suerte en nuestro primer show porque ganamos plata, arrancamos con el pie derecho.

-¿Venían ensayando hace mucho?
-Un año, e hicimos uno show con videos, pero con que vengan 50 personas estábamos satisfechos, y aparecieron 450. De ahí en más hicimos varios Arlequines y muchos shows más. Había muchos lugares para tocar en los ´80, como así también en los ´90, no era tan difícil todo, era más fácil: los gastos eran menores, se ganaba plata, había acceso a las bandas desconocidas, y no se pagaba para tocar.

-¿No había cupo para las entradas, obligación de vender cierta cantidad?
-No, ni a palos, te daban para vender entradas pero si no vendías todas no pasaba nada. Esto exceptuando los ratas que siempre circulan en el medio.

-Había entonces más confianza con las bandas.
-Es que las bandas llevan gente siempre, y además le dan prestigio al lugar, por ejemplo la cantidad de músicos que se formaron en el Bar Einstein: Sumo, Redondos. Esto es algo que se perdió, como así también se perdió la confianza mutua.

-¿Te parece también que influye la presencia de las compañías discográficas que evalúan mucho a las bandas nuevas, o las condenan para un futuro?
-Siempre las compañías piden cosas a las bandas nuevas, está en ellas aceptarlas o no. Me parece que hay que tener mucho cuidado con ellas, pero ahora el mercado discográfico está muy deprimido, e incluso las bandas ya llegan con su público, y el trabajo ahora de las discográficas es colgarse al éxito de esos pibes. Es al revés ahora, y quizá muchas veces por eso baja la calidad final de algunos productos.

-Es como que vuelven al movimiento del rock como un negocio.
-Claro, lo que pasa es que las compañías siempre se manejaron así. Lo interesante sería que también desarrollen la artística de mucha gente que anda por ahí dando vueltas, artistas nuevos.

-Ustedes sacaron un disco independiente, ¿no?
-Totalmente independiente uno, Palacio de Pulgas, pero nunca firmamos con una multinacional. Sí distribuimos con multinacionales pero no hemos hecho contratos con ellas. Nos gusta más manejar las cosas nosotros, tener nuestras oficinas, etc.

Primer intervalo de la nota, para que Ricardo Tapia comience a tocar su guitarra y a agregarle música a la entrevista. Suenan entonces en preciosa versión acústica “Boggie de la ruta 2” y “Blues del equipaje”.

Interviene Rubén, operador de Radio Fénix: -Cuando vino a tocar Paul Rodgers, ustedes tocaron como teloneros, y toda la gente pedía que volvieran…
-Fue una linda noche en Obras (año 1993, Blues Festival en el cual además participó, entre otros, Jeff Haley). La gente de Aligator ni se imaginaba la movida que había acá de blues, el presidente de Aligator miraba todo Obras, la gente que había y no entendía nada, estaba realmente sorprendido, parecía París en los ´60. Pero los productores argentinos como siempre durmieron la mona y no volvieron a traer a nadie más. Ellos siempre dicen que no se puede nada, pero si esa teoría fuera cierta yo estaría muerto sentado en una silla. Hace poco, hablando con un productor discográfico, él quería saber lo que estábamos haciendo ahora, pero me lo dijo de una forma que no le entendí: me dijo “traeme un demo”. Yo le respondí que no le tenía que llevar ningún demo, que él me había llamado a mí. Entonces le conté una historia en relación con el famoso demo: Una vez, una compañía llamó a Pappo y le pidió que le diera un demo, y Pappo les dijo “ningún demo, yo soy Pappo, ¿qué te pasa?” (risas). Se calentó tanto que cortó e hizo Pappo y Amigos, “se van todos al carajo y me hago un homenaje a mí mismo”.

-A David Lebón le pasó lo mismo también.
-Es que los que manejan las discográficas son unos mocosos que no saben nada. Si vos manejaras la discográficas entenderías porque sos un tipo que sabe de música, pero a un tipo como vos que sabe de música nunca lo van a poner en ese puesto, es como que está todo al revés. A raíz de esto, y volviendo a lo de Pappo, tengo entendido que el que le pidió el demo perdió su puesto (risas).

-Eso que decías que “está todo al revés”, eso pasa mucho ahora.
-Hay especializaciones en las cuales hay que estudiar, y en Argentina el chantisimo está a la orden del día, pero hay que saber que hacer: si vos vas a manejar la parte artística de una discográfica tenés que saber, tenés que conocer a todos los artistas, no podés dibujar porque quedás muy mal frente a todos. No les podés decir terribles guasadas a los artistas. En otras partes del mundo esto no pasa, las compañías atienden por igual a tipos que venden cien mil copias, como a los que venden cincuenta mil, y como a los que venden siete mil. Es el caso de Francia, ahí son muy respetuosos con los artistas, y los atienden bien a todos, cada uno tiene su lugar y su negocio.

-Acá ganan las modas…
-Acá hay de todo, si Fellini hubiera nacido en Argentina sería el almacenero de la esquina.

-Por ejemplo, acá está el auge de las bandas que surgen de concursos televisivos, ¿no fuiste a ningún casting vos? (risas)
-No, pero me llamaron de un programa para ir a hablar con los chicos… No fui, les pedí disculpas pero les dije “si yo tengo que hablar te rompo el negocio”.

-Hubieras ido a romperlo.
-Es que si te ponés a pensar, de movida ponerle a un artista sólo el nombre… Adrián, Pedro, Juan, Juan ¿qué? ¿Cuál es tu apellido? Es una cuestión de respeto, no ponerle el apellido a un artista es no ponerle un sello distintivo a esa persona, es psicoanalíticamente espantoso. Hay pibes que cantan bárbaro, tienen un talento increíble.

-Pero quedan marcados por haber pasado por ahí.
-Claro, pero si a esos pibes los agarra otro productor artístico que le proponga componer sus propios temas, elegir su repertorio, la cosa sería distinta.

-Recién tocaste dos temas relacionados con la ruta y los viajes, ¿están basados en experiencias personales de ustedes?
-Boggie de la ruta 2 es un tema que yo hice a los 18 años, lo pusimos en el primer disco porque cada uno ponía los suyos y yo elegí ese. En realidad yo estaba esperando a mi prima y la odiaba porque no venía, encima estaba debajo de la lluvia. Yo vivía en Florencio Varela, cerca de la ruta 2, y ella tenía que venir a buscarme, me dejaron ahí parado y no había ni un solo árbol, entonces jodiendo le hice la canción.

-¿Para escribir en qué te basás generalmente?
-Cuando uno escribe escucha a la gente. Tenés que escuchar a la gente las cosas que dice, a tus compañeros, lo que se dice en comisarías, bares, inodoros, todo vale, todo tiene una frase interesante.

-Narrador de historias de otros…
-Todo el que escribe es narrador de historias de otros, porque las historias no son de nadie, trascienden y pasan al oído de otros, y eso es fantástico.

-El encargado de escribir en el grupo generalmente sos vos, ¿no?
-Sí, pero no soy el dueño de las ideas. Lo que sucede es que a mí me gusta mucho escribir, también escribo muchos cuentos cortos, que no tienen mucho que ver con las letras de canciones, son más que nada policiales.

-¿Eso queda para vos o tenés pensado hacerlo público?
-Voy a tratar de editarlos este año, me gusta mucho esa narrativa, Aroldo Conti por ejemplo, pero después desapareció el género policial político argentino, y me gustaría mucho seguir ese camino. Es difícil escribir, hay que ser un buen lector también.

Segundo bloque musical en donde Ricardo se despacha con “San Cayetano”.

-¿Qué amistades tienen ustedes dentro del ámbito del rock?
-Amistades íntimas un par nomás, pero amistad de conocer con respecto a la profesión todos, hay gente que vemos desde hace mucho tiempo. Al pelado (Gustavo) Cordera por ejemplo, lo conozco desde que hacíamos recitales maratónicos en Cemento junto a la Bersuit, en los que nosotros tocábamos a las seis de la mañana esperando a que ellos terminen; tocaban muchas bandas y nosotros nos íbamos, comíamos una pizza, volvíamos, y todavía faltaban un montón, no entiendo como hacíamos para aguantar esas jornadas, hay que tener buenos pies para ser músico (risas). Por otro lado, con Pappo hemos girado por un montón de lugares, incluso por el exterior. Después al Pity (cantante de Intoxicados) lo conocíamos de chico, el venía a vernos tocar desde muy chiquito con todos los de Viejas Locas, a todos los shows, y Pity una vez me contó: “voy a hacer una banda que se va a llamar Viejas Locas”. Lo queremos mucho, es como un hermano menor, él nos ha llamado en situaciones donde estaba lejos o internado, y a los únicos que lo dejaban llamar era a nosotros. Es una gran persona, y un gran autor, siempre aparece en los shows nuestros y se va, porque el siempre va y viene, no está en muchos lugares seguido, nunca sé donde está pobre Pity, pero lo queremos mucho.

Ricardo toca “Call it stormy monday” a pedido de un oyente.

-¿Cómo se banca una banda después de estar tanto tiempo juntos?
-Y… yo te voy a contar, primero nos damos unas buenas patadas… (risas) No, son dieciocho años juntos, y la fórmula para tocar tantos años juntos es no meterse en la vida de los demás, porque si te metés en la familia del otro es un desastre, ya bastante familia es uno. Lo mejor de convivir con la banda es justamente que hablás de música, de lo que te gusta comer, es como un club personal. Pero la mejor forma de mantener ese club es respetando la vida del otro, y nunca hacer que las esposas sean amigas (más risas).

-Es una recomendación entonces para todos los que recién empiezan.
-Fundamental, el preservativo del trabajo es que las esposas no sean amigas.

Se empiezan a comer las empanadas, se descorcha el vino y, como no podía ser de otra manera, Ricardo canta “El detalle”.

Fin del programa y la entrevista. Para despedirnos, nada mejor que “Un poco más”.

La charla sigue entre más empanadas, gaseosa y vino, y la vuelta en el Fiat 1500 se convierte en un buzón de anécdotas de todo tipo, entre las cuales no podía faltar la figura de Diego Armando Maradona.

Nota: Pablo López, Guido Prandini y Sergio Visciglia.


3 de julio de 2005









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